La naturaleza de la crisis boliviana – Javier Paz García
Un naranjo toma entre 5 a 7 años para dar frutos. Los primeros años la producción es pobre; es decir, que un productor tiene que invertir alrededor de 7 años antes de empezar a recibir un retorno adecuado. Pero para que el naranjo dé frutos en abundancia, la siembra tiene que ser hecha en el ambiente adecuado; así como en la parábola del sembrador, si largamos la semilla en el camino, entre piedras o entre espinos, no vamos a tener frutos.
E incluso cuando el naranjo está dando frutos, el agricultor debe seguir cuidando las plantas, protegiéndola de plagas y malezas, fertilizando el suelo, regando. Si tenemos una poza con peces y no les damos de comer, los peces eventualmente morirán.
Si les damos de comer, pero pescamos una cantidad mayor a su tasa de reproducción, eventualmente se acabarán. Si les damos de comer y pescamos una cantidad menor o igual a su tasa de reproducción, entonces podremos tener pescado por siempre e incluso aumentar la cantidad.
La economía de un país funciona en muchos sentidos como los ejemplos de la siembra de naranjos o la cría de peces: necesitamos preparar el terreno para que la semilla que caiga tenga las condiciones para desarrollar todo su potencial, necesitamos invertir por varios años antes de empezar a ver los frutos y necesitamos seguir cuidando las plantas y alimentando los peces para que la producción no caiga.
Luego de que se ha sembrado y se ha cuidado el cultivo, es posible cosechar los frutos, sin invertir, y a corto plazo veremos un aparente beneficio porque ganamos mucho invirtiendo poco, pero la consecuencia de largo plazo será quedarnos sin nada
La tesis que quiero presentar es la de un país que, desde mediados de los años 80, hizo reformas estructurales que atrajeron inversión y trajeron prosperidad. A mediados de la década del 2000, en el momento en que el país empezaba a disfrutar los frutos de los esfuerzos que se habían iniciado incluso 20 años atrás, empezamos a girar hacía una dirección de solo cosechar sin sembrar y sin invertir, y seguimos esa ruta de desinversión y desinstitucionalización por 20 años.
Entonces, mientras que en la primera década del siglo xxi, Bolivia era tierra fértil, con condiciones propicias para crecer y mejorar la calidad de vida de sus habitantes, hoy se parece más a un terreno de espinos como el de la parábola, donde los emprendimientos son ahogados apenas nacen y
cuesta mucho que desarrollen su potencial.
*Publicado en el mes de septiembre del año 2024
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