Birgit Lamm: “El populismo baja en A. Latina, pero sube en EEUU y Europa”
“El populismo se da cuando la gente no se siente representada por el sistema”, señala la directora Regional para América Latina de la Fundación Friederich Naumann
Birgit Lamm, Directora Regional para América Latina de la Fundación liberal alemana Friederich Naumann, afirma que “la ola de populismo, por lo menos de algunos países de América Latina, está bajando, pero está subiendo en Estados Unidos y también en Europa”.
“Este tipo de fenómenos se da cuando la gente no se siente representada. Cuando un sistema no funciona para resolver las necesidades de la gente”, sostiene.
No cree, sin embargo, que el fenómeno populista ponga en peligro la democracia representativa como la conocemos, ni en Estados Unidos ni en Europa, porque todavía es “un sistema bien consensuado” que cuenta con el apoyo mayoritario de la población.
Lamm, quien presidió en Santa Cruz un congreso de la Red Liberal de América Latina (RELIAL), que agrupa a las organizaciones y partidos de orientación liberal de la región, expresó también su preocupación por la situación de la libertad de prensa en la región, ante la “estrategia de algunos gobiernos para limitar la libertad de expresión y la crítica”.
¿Cómo ve la situación en América Latina?
Hay un proceso que se está dando en muchos países de América Latina y vemos que en muchos de ellos se repiten los mismos fenómenos. De alguna manera, se está perdiendo en algunos casos el límite al poder frente al populismo. Lo que van haciendo los movimientos populistas es avanzar sobre las instituciones tradicionales que limitan el poder y para poder avanzar sobre el poder uno de los temas básicos es no tener una oposición en la prensa.
Por eso hemos visto leyes en diversos países, a veces intentos y a veces logros, sobre la prensa, sobre la justicia, sobre los valores que permiten dividir el poder para que no esté concentrado.
Como que hay intentos en algunos países de ir acumulando demasiado poder en una sola persona. En el caso de la libertad de expresión, se vio el mismo en Argentina, en Venezuela y se está viendo aquí en Bolivia, donde se ven acciones contra los periodistas que muestran cosas negativas de los gobiernos. Sin embargo, hay también reacciones de personas, organizaciones civiles, partidos opositores, que muchas veces están divididos pero que otras veces se logran unir para frenar esos avances.
En los últimos meses se han producido algunos cambios en América Latina, como en Argentina y Brasil, o han ocurrido acontecimientos como el rechazo al acuerdo de paz en Colombia. ¿Cómo ve estos cambios?
Lo que vivimos realmente en este momento en este continente es un cambio, con toda la diversidad que tiene este continente, que yo lo veo como una oportunidad. Por ejemplo, en Argentina, algo que ni siquiera los argentinos imaginaban hace un año antes de las elecciones presidenciales, se eligió por primera vez un gobierno sin el peronismo. Argentina está enfrentando dificultades, pero ahí está la oportunidad de establecer un camino político sostenible.
También lo ocurrido en Brasil me parece un ejemplo muy interesante, no tanto en el tema de cómo se desarrolla la escena política, porque no han surgido nuevos actores o partidos políticos poderosos, pero de repente allí vemos la actuación de una justicia en un papel independiente y que se siente independiente. Y allí también vemos que la sociedad ya no acepta hechos de clientelismo o corrupción y que quiere un cambio.
Y eso también vemos en otros países. Ya no veo ese voto que veíamos en varios países. Me refiero en ese sentido al “No” del referendo de febrero en Bolivia sobre la reelección del Presidente. Los bolivianos quieren un cambio, no siempre quieren ver las mismas caras. Eso no necesariamente significa que hayan optado por un cierto programa político, sino que tiene que ver con la corrupción, la seguridad pública, con una vida mejor.
Ahora los nuevos actores necesitan ver si pueden cumplir con estas expectativas, pero tienen que ganarse la confianza de la gente. No es una batalla ganada, es una carrera que está en pleno desarrollo. Y en eso yo veo una oportunidad.
¿Y el frustrado acuerdo de paz en Colombia?
Para quienes lo vimos desde afuera, primero fue una gran sorpresa, porque uno se pregunta: ¿cómo es que la gente no está por la paz? Pero viéndolo después con un poco más en detalle, uno ve que no todos los que han votado “No” son seguidores feroces de Álvaro Uribe, que quieren deshacerse de todos los guerrilleros a la fuerza, sino que tiene mucho que ver con los detalles que están dentro de ese acuerdo.
Primero, es un acuerdo con las FARC, pero todavía quedan otros grupos guerrilleros, como la ELN, cuyo líder dijo recientemente que no iba a dejar las armas. Entonces, terminar un conflicto con las FARC no necesariamente significa poner fin a la guerra civil. Al mismo tiempo, había inquietudes de parte de grupos de la sociedad sobre la justicia transicional, porque los guerrilleros, que han cometido crímenes atroces, no serian propiamente perseguidos y de hecho se convertirían después en políticos, diputados, etc. Y eso para mucha gente era también inquietante.
Entonces, en una situación post conflicto, con una población muy traumatizada, se puede entender esta postura. Yo lo veo más bien como un “No” a ciertos puntos dentro del acuerdo y no como un “No” a la paz, porque, además, van a seguir negociando para concluir con un acuerdo un poco más a favor de lo que quiere decir la gente.
¿Qué opina de la normalización de relaciones entre Cuba y EEUU?
El acuerdo de Cuba con Estados Unidos sorprendió a muchos actores. Cuando desapareció la Unión Soviética como respaldo principal de Cuba, llegó Venezuela con sus petrodólares, con Hugo Chávez, y después Nicolás Maduro, pero, como va la situación actualmente, Venezuela ya no puede seguir dando ese apoyo, así lo que necesita hacer Cuba es buscar financiamiento de otra manera.
Esa es la razón de la apertura económica, porque todavía no existe una apertura política. Yo creo que hay una oportunidad de cambio, aunque muchas veces lo vemos más los de afuera que los de adentro. Hay que ver si se aprovecha esa oportunidad. Las oportunidades no necesariamente van por el camino adecuado.
Entonces, ¿qué pasa con Venezuela?
Lo cierto es que hay un tema central que hoy es Venezuela. Cuba era antes el centro de todo un grupo de pensamiento en América Latina y de ahí se expandía por el apoyo soviético, pero ahora el apoyo viene de Venezuela. Venezuela, por ejemplo, financia a Nicaragua. Pero Venezuela está en una crisis económica feroz.
Si uno mira a los países de Latinoamérica, ve que están divididos en dos. Los países que se volcaron hacia el populismo han tenido distintos niveles de crisis. Ahora que ya se acabaron los precios altos de las materias primas, aunque las tasas en interés siguen estando muy bajas, la crisis le ha pegado fuertísimo a Venezuela. La economía va a caer un 8% este año, pero también en Brasil. El año pasado cayó casi un 4% y este año está cerca de 3,7% abajo. Argentina está sufriendo la recesión y con una inflación muy alta.
En otras partes de América Latina, como es el caso de Bolivia o en los casos de Perú y Colombia, que no dilapidaron los recursos de los últimos 10 años, ahora funcionan mejor.
Ud. dice que el populismo está de bajada en América Latina…
La ola de populismo, por lo menos de algunos países, está bajando, pero está subiendo en Estados Unidos y también en Europa. Y eso sí preocupa. Es importante enfocar el tema en el fenómeno fundamental. Este tipo de fenómenos se da cuando la gente no se siente representada. Cuando un sistema no funciona para resolver las necesidades de la gente, vamos a ver, incluso en democracias establecidas, ese tipo de populismo en gente que abiertamente se opone a valores democráticos.
Entonces, hay que luchar por estos valores todos los días, en todos los países del mundo, porque tampoco están exentas las democracias establecidas.
¿Se podría hablar de una crisis global de la democracia representativa o de una crisis de credibilidad del sistema democrático?
Cuando cierta parte de la población no ve la funcionalidad de un sistema político, se pone en discusión este sistema, incluso una democracia republicana liberal como lo conocemos.
Sin embargo, yo no veo en peligro, ni en Estados Unidos ni en Europa, los sistemas en sí mismos, porque son todavía sistemas bien consensuados y un 75% hasta un 80% de la población está muy de acuerdo con ellos. Pero sí han surgido movimientos que sirven para que una minoría bastante vociferante y a veces considerable en número pueda criticar y atacar estos sistemas.
Y esa también es una señal sana dentro de una democracia, porque ahí están las preguntas que esos políticos no han sido capaces de responder y solucionar. Un político no necesariamente necesita dar la respuesta para un problema político que les gusta a todos, pero tiene que dedicarse a resolver los problemas de la gente y no quedarse en un salón a discutir entre intelectuales.
La crisis de los refugiados ha sido el catalizador de la crisis en Europa, porque puso los beneficios del sistema social, para los beneficiarios, en peligro. De repente, hay más competencia por las transferencias que ellos han recibido del estado de bienestar. En Estados Unidos también está un grupo marginalizado, la clase media baja, que no se siente bien representada por los políticos del establishment y ellos tienen ahora un portavoz, Donald Trump, que dice todo lo que generalmente no se dice o tal vez se dice en un bar o lo que la gente quiere oír, pero no abiertamente en la calle ni en los medios.
Entonces, yo no veo nuestros sistemas en peligro, pero sí es una señal de que los políticos necesitan dedicarse a temas que todavía no han visto y no han tratado. En eso también veo una oportunidad y no hay que perderla.
¿Cuál es su opinión sobre la situación de la libertad de expresión en América Latina?
Hay diversos problemas y de diferente índole en los países que han optado por el camino del populismo, donde hay una estrategia de gobierno para limitar la libertad de expresión y la crítica, como que están en un camino que va directamente a decir: “hoy en día ya no puedes decir lo que quieres decir”. Lo hacen con su poder económico, quitan publicidad a los medios, utilizando al servicio tributario, eliminando licencias, etc.
Pero también hay otro tipo de amenazas. Yo radico en la ciudad de México y las amenazas en México no son del gobierno, son de actores irregulares, del crimen organizado, o son de unos caciques locales que se enfrentan a los periodistas que critican determinados proyectos o que quieren investigar un caso de corrupción.
Yo creo también que, en todos los países, este tema va de la mano de la independencia de la justicia, porque muchas veces se construyen casos en litigación en contra de periodistas que no tienen nada que ver con su trabajo. Como los gobiernos tienen el Poder Judicial controlado, entonces apelan a un juicio y no hay instancia independiente que puede proteger y defender a este periodista. Eso lo vemos en varios países.
Lo preocupante es que la gente muchas veces no se da cuenta de eso y resultado que tiempo después han eliminado a toda la prensa independiente. Nos dicen que “un periodista no debe insultar a una persona”. De acuerdo, yo no quiero una campaña sucia en contra de nadie, pero ¿quién define lo que es una campaña sucia en contra de una persona?
La libertad de expresión es un valor sumamente alto, es una de las columnas vertebrales de nuestra democracia y veo que América Latina en general, incluso en las democracias, hay debilidades, sobre todo en los países populistas, donde yo veo una política estratégica de mantenerse en el poder.