Ser libre
Sara Urquizu
Hemos vivido tantos años en una sociedad y en un sistema que nos ha enjaulado sigilosamente, quebrando nuestras alas y destruyendo toda esperanza de vuelo a las libertades que muy profundamente anhelamos en nuestro corazón. Muchos de nosotros nos hemos acostumbrado a nuestras cadenas y hemos olvidado el principio fundamental que nos es conferido desde nuestra concepción para vivir. Así es, que cada mañana nace la inspiración de reivindicar este concepto y abrazar su defensa. Anhelo expresar mis ideas sin que nadie me restrinja, escoger mi propia fe y creencias sin imposiciones, transitar por las calles libremente sin miedo a que me persiga el gobierno por pensar diferente, transmitir a las nuevas generaciones el mensaje que defiendo con argumentos sustentables, compartir en las universidades o en colegios temas que considere útiles para la formación de estudiantes, cuestionar a mis profesores cuando no esté de acuerdo con lo que exponen en clases, tener una educación libre de adoctrinamiento, formar grupos o clubs con distintos fines sin que nos supervisen, reunirme con las personas que sean de mi afinidad y conversar con ellos sobre cualquier asunto, mostrarme en desacuerdo con alguna causa en medios televisivos sin que me censuren, publicar en mis redes sociales lo que pienso sobre algún político y su gestión, disfrutar de mi intimidad sin que nadie se entrometa, componer canciones, escribir artículos, alzar mi voz en reclamo, tener preferencias distintas al de mi prójimo, elegir como vivir, elegir ser yo, de eso se trata la libertad. ¿Quién no desearía tener estas dosis de aire libre? Quiero libertad de expresión, quiero libertad ideológica y la dulce libertad de pensamiento, que abre las fronteras de mi ser a formas aún más sublimes de libertad. Anhelo la libertad de decisión para trazar mi propio camino a voluntad y libertad de consciencia para mantener mi espíritu bajo las alas de la moral sin coacción alguna. Ansío la libertad de cátedra, la libertad de prensa y la libertad de credo. Quiero vivir plenamente elevando estas expresiones culturales que no suelen ser valoradas, pero que sin embargo, son los cimientos del camino a la plenitud. Trabajar honradamente sin obstáculo alguno, conseguir empleo en un mercado laboral competitivo y diverso, no adquirir cobros desmedidos por porcentajes de las ganancias que obtengo gracias al sudor de mi frente, acoger mi propiedad privada sin miedo a perderla, vender y comercializar mis productos a otros países sin que me limiten la cantidad, tener las opciones para elegir si quiero comprar una marca extranjera o nacional, dejar de hacer filas burocráticas para cumplir con requisitos inútiles en instituciones estatales, poder emprender sin chocarme con un montón de trámites que me impiden hacerlo, negociar cuánto será mi sueldo sin que esté “mínimamente establecido”, compartir mi comida con los necesitados voluntariamente y no por obligación, pagar mis deudas, comprar bienes, compartir mi dinero, decidir por mis finanzas sin intervenciones que no correspondan. Todas estas libertades económicas, de la mano con las libertades sociales mencionadas anteriormente, son las que componen la filosofía de vida de los que defendemos la libertad. Una filosofía basada en el respeto irrestricto de los proyectos de vida de los demás, como diría Alberto Benegas Lynch. Esto quiere decir, que mientras no se vulneren las libertades de otras personas, la libertad será una causa noble para proteger. Pero para que todo aquello se cumpla, no tenemos que permitir que nos impidan estas libertades ni que ningún ente con Poder nos las arrebate. Y a través de esta lucha, sueño con ver sociedades libres, economías prósperas, educaciones modernas, instituciones eficientes, menos burocracia, menos envidia, menos violencia, más justicia, más méritos, y sobre todo, más individuos buscando su propia felicidad y conquistando sus sueños. Prometo no vivir de ti, siempre y cuando no vivas de mí.
Modificado por última vez en Martes, 14 Abril 2020 23:16