El viejo discurso de una necesaria diversificación
El viejo discurso de una necesaria diversificación
Por: Estefani Tapia
Como es de conocimiento general, Bolivia es desde su nacimiento a la vida independiente un país dependiente económicamente de la extracción de recursos naturales, los cuales además de ser no renovables, son muy vulnerables a factores externos. Escuchamos ante esto constantemente que es menester fomentar otro tipo de fuentes diversificadas de ingresos para el país, que generen un crecimiento sostenible en el tiempo, y permitan crear mayores fuentes de trabajo y mejores condiciones de empleo para los bolivianos y bolivianas.
Pero es aquí donde nos topamos con una barrera difícil de superar. Y es que la mentalidad estatista arraigada en los bolivianos nos conduce a creer que es el Estado el encargado, no solo de repartir las riquezas, sino además de generarlas y de asegurarnos un empleo. Esto no debería ser así, porque aquel sector encargado verdaderamente de generar riquezas y empleos es ese sector tan satanizado en los últimos años: el sector empresarial.
La imagen que usualmente nos venden en el país las tendencias socialistas -si así se las puede llamar- sobre el empresario es como aquel ente o ser depredador, explotador, sumamente egoísta y mercantilista. Si bien esta descripción puede encajar para algunos grandes empresarios, la realidad es que la gran mayoría no lo es. Porque el empresario que genera valor agregado ya sea micro pequeño, mediano o grande, si bien busca obtener beneficios, ganancias y crecimiento económico, como cualquier persona lo hace, llega además a generar fuentes de trabajo, dinamiza la económica y genera crecimiento económico para el país.
Pero lo importante del empresariado o del emprendedor es que sale de aquella mentalidad de empleado para convertirse en empleador, en generador de riquezas e incluso de soluciones a los problemas y a las necesidades de la sociedad. Muchos países se dieron cuenta de la potencialidad que tienen estos y empezaron a generar mecanismos de ayuda que puedan potenciar el nacimiento y crecimiento de nuevos emprendimientos.
Lamentablemente en nuestro país las circunstancias son cada vez más adversas para este sector. El estado, cuya inversión debería ser complementaria a la inversión privada para así potenciar el crecimiento económico del país, decide más bien direccionar la inversión pública a empresas poco o nada estratégicas de las cuales la mayoría deben ser subvencionadas para continuar existiendo. Además están las trabas burocráticas perjudiciales que se deben pasar al momento de crear una empresa formal. Solamente como dato ilustrativo de esta realidad, según el Banco Mundial, el tiempo necesario para iniciar un negocio en Bolivia es de 45 días, frente a 6 días en Chile, 7 en Uruguay, 11 en Colombia, o incluso 27 en Perú.
Si a esto le sumamos medidas como el segundo aguinaldo, los incentivos para emprender formalmente en el país son cada vez menores. Si la estrategia continúa siendo la misma y tenemos a un estado que continúa creando barreras para este sector, invirtiendo en empresas poco estratégicas para el país que no tienen ningún impacto en la eficiencia y/o la productividad, y además manteniendo la mentalidad estatista y rentista en la sociedad, el discurso de la necesidad de una diversificación productiva para una economía rentista y dependiente será pronunciada por muchos años más.
*La opinión del autor es personal y no constituye una posición oficial de la Fundación Nueva Democracia