CONSTANTE LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN
Por: Lady Gisselle Gutiérrez
El problema de la corrupción en América Latina es muy creciente. Los niveles de corrupción son mayores a comparación de otros países o regiones en desarrollo y parece estar muy lejos de alcanzar los estándares de países desarrollados.
La efectividad del gobierno es también muy baja (0,35), casi la mitad de la de los países de crecimiento sostenido del mundo. Éste es un problema sustancial pues revela problemas de inconsistencia en la aplicación de las políticas públicas y en su capacidad para identificar y satisfacer las necesidades de la población.
Tal vez uno de los problemas más serios en América Latina es que el respeto a las leyes es sorprendentemente bajo, incluso por debajo del nivel africano, lo que revela el grave problema de gobernabilidad. Dada la existencia de marcos regulatorios adecuados, el problema de la corrupción no parece provenir de la falta de leyes sino de su escasa aplicación.
Bolivia no es ninguna excepción. Bolivia ocupa el puesto 112, de 180 países, y está entre los de menor transparencia. Entre los países sudamericanos, Uruguay se destaca en la mejor calificación, ocupando el puesto 23 en el ranking mundial, según el índice de Transparencia Internacional (TI) citado por Fundación Jubileo.
A partir del año 2012, desde cuando son comparables los datos del índice, Bolivia ha ido reduciendo su puntaje, lo que significa el incremento de la percepción de corrupción. En la calificación de percepción de transparencia, el promedio de Sudamérica es de 39,8 sobre 100. Bolivia está por debajo, lo que significa una situación desfavorable en la percepción de la corrupción.
La corrupción se está convirtiendo en cáncer que afecta a la economía, hiere la credibilidad de las empresas y de los emprendedores, desalienta la atracción de inversión y talento y debilita todo intento de proyectar internacionalmente a Bolivia.
Hay que tomar conciencia de la importancia de crear una cultura de tolerancia cero con la corrupción y de su complejidad, de sus raíces sociales. Definitivamente luchar contra la corrupción es, sin duda, una absoluta prioridad económica y social.
¿QUÉ PODEMOS HACER?
Pienso que en varios frentes, incidiendo en las causas de la corrupción, tomando medidas disuasorias a actuaciones corruptas y persiguiendo enérgicamente la corrupción. Se puede actuar:
- Asumiendo y fomentando la sensibilidad hacia la defraudación y la corrupción, tomado conciencia de los daños que ocasionan y de la importancia de eliminar estas prácticas.
- Promoviendo transparencia en las instituciones, sobre todo en los partidos políticos y las instituciones públicas.
- Implementando medidas disuasorias de comportamientos corruptos.
- Consiguiendo una mayor eficiencia en la administración de justicia y en la actuación de otros poderes públicos.
- Eliminando estructuras o políticas que incentiven la corrupción.
- Aumentando el control social sobre las instituciones.
- Educando en la honradez.
“La democracia es la constante lucha contra la corrupción. Es ver y analizar continuamente los hechos y buscar o mejorar las situaciones para todos. Es pedir el respeto a nuestra Constitución. Es insistir por un mejor control en la economía del país.”
*La opinión del autor no constituye una posición oficial de la Fundación Nueva Democracia.